Fue un golpecito en la punta de la nariz -muy suave, casi una caricia- lo que me hizo abrir los ojos sin ser de noche. No estaba dormida, ni siquiera sentía el cansancio de tantos soles...
Me incorporé y lo vi sobre mi regazo. Era muy chico, muy chico, y aleteaba como un pajarillo herido. Apenas sabía volar. Lo cogí y me lo acerqué a los ojos: era un libro volante bebé. Contaba con muy pocas hojas y la mayoría estaban aún por escribir; tenía las tapas blanditas y unas páginas que era necesario pasar con cuidado para que no se deshicieran solo con el tacto.
Libro sin nombre, rezaba la portada. Luego un folio en blanco, y otro, y así hasta que fueron llegando las primeras letras, tan hermosas que… Las leí, las leí en voz alta para que tú me escucharas y Titus B., aunque malhumorado, se despertase. No lo hizo, pero tú si podrás oírme.
Escucha, viajer@... 😁
✏️ Imagen de cabecera: autor ¿desconocido? 🤔
Este relato apareció publicado, por primera vez, el día 29 de octubre de 2013 en el blog Cuentos de Brocelianda
✨️✨️ No te vayas, peregrin@, sin dejar un comentario 🙏🏻. Que, mientras esté formulado desde el respeto, será muy bien recibido 🙃✨️✨️
Comentarios
Publicar un comentario
Gracias por ser parte de mi mundo 😇🙏🏻