La primavera se apaga este atardecer.
Todas las criaturas de Brocelianda se preparan bajo la atenta mirada de la luna que mengua: el solsticio de verano es uno de los acontecimientos más esperados y el bosque, para la ocasión, se viste con hermosos ropajes de tonos verdes y hasta dorados. Una hilera de velas encendidas ilumina la orilla del lago, otorgándole un marco hecho de miles de llamitas titilantes que danzan joviales al son del suave mecer de las aguas.
Los árboles centenarios las contemplan con embeleso. Los habitantes de los árboles, visibles e invisibles, se llevan las manos al pecho para dejarlas un ratino allí, unidas, admiradas: la puerta mágica que dibujan las velas en torno al lago y señala el lugar por el que llegará hasta el bosque el verano es tan bonita...
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Una brisa cálida y juguetona se entretiene en desordenar mi cabello. Me estremezco. Los últimos rayos de sol han sembrado en mi alma las semillas de una melancolía dulce. Sentada a la orilla del lago, contemplo el repentino ir y venir de recuerdos que acuden a mi mente en una procesión interminable, fantástica. Quieren que los mire, que los escuche, que me aleje del lago.
Unos pocos pasos más allá, apoyado en el tronco torcido de un roble muy anciano, un joven silfo entona con su flauta una melodía tan tan triste... Los recuerdos -animados por la música, incansables- tiran de mí: desconsiderados, se detienen ante mis ojos y se encaran conmigo 😣.
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Edward Robert Hughes, Fantasía al atardecer (1911)
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¿Qué fue de ti en todo este tiempo?
Ha pasado tanto... Los días se han ido uno tras otro, desfilando de esa forma suya tan propia, siempre imperturbables en sus recias monturas. Los días son criaturas demasiado regias, demasiado indolentes e inmutables. Nunca miran a su alrededor: cabalgan con la vista al frente, siempre al frente... ellos no pueden verte.
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John Duncan |
Debes ser tú quien los busque, quien los siga, quien jamás pierda el paso a su lado. ¿
Te acuerdas del pequeño Titus B.?
Todavía duerme. La casita de madera
ha sido nuestro refugio durante todos estos años... Aún hoy es el refugio del duende, y también mi santuario.
De repente, de las aguas serenas del lago escapa una risita 😳. Un brazo diminuto emerge y una mano me saluda a lo lejos: encantada y sonriente, devuelvo el gesto a la simpática criatura misteriosa mientras, en mi interior, algo se empeña en borrar -despacito y con esmero- cualquier rastro de antigua tristeza.
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Sophie Gengembre Anderson |
✏️ Imagen de cabecera: Edward Robert Hughes ✨️✨️
Este relato apareció publicado, por primera vez, el día 22 de septiembre de 2021 en el blog El cuaderno secreto de Lola
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