Dicen que, cuando el viejo árbol que habitan se muera, ellas morirán con él . Que las dríades — las hermosas ninfas que pueblan cada rincón entre todas las hojas del mundo... entre raíces, ramas y flores — en sus manitas solo tienen el tiempo con el que cuenta el árbol al que están unidas . La tarde que las vi por primera vez , una de esas tardes luminosas y tibias de principios de febrero en las que la vida se afana por renacer con tanta fuerza que es imposible que, sobre la tierra, haya alguna criatura — por anciana o niña que sea — que no perciba esa lucha, que no se estremezca ante ese grito mudo. John William Waterhouse, Hamadríade (1895) Que no alce los ojos al cielo y suspire de alivio: — Ya se van — se oirá decir a todos los ojos, muy bajito, casi con miedo — : las sombras, todas las sombras se van ya ... Esa tarde — decía — , las dríades me hicieron un regalo: el precioso lápiz que unos duendes elaboraron para mí , siglos atrás ...
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