🌿 El lápiz de las dríades 🐦✨️

Dicen que, cuando el viejo árbol que habitan se muera, ellas morirán con él ... Que las dríades -las hermosas ninfas que pueblan cada rincón entre todas las hojas del mundo... entre raíces, ramas y flores- en sus manitas solo tienen el tiempo con el que cuenta el árbol al que están unidas ... La tarde que las vi por primera vez , una de esas tardes luminosas y tibias de principios de febrero en las que la vida se afana por renacer con tanta fuerza que es imposible que, sobre la tierra, haya alguna criatura -por anciana o niña que sea- que no perciba esa lucha, que no se estremezca ante ese grito mudo... John William Waterhouse,  Hamadríade  (1895) Que no alce los ojos al cielo y suspire de alivio: - Ya se van -se oirá decir a todos los ojos, muy bajito, casi con miedo-: las sombras, todas las sombras se van ya ... Esa tarde -decía-, las dríades me hicieron un regalo:  el precioso lápiz que unos duendes elaboraron para mí , siglos atrás , con madera de espino blanco y unas poquitas esm

Calígula

Franz Marc, "Caballo azul" (1912)

A lo lejos suena el mar. Es solo un murmullo, un susurro. Él no lo conoce. No conoce el mar aunque se coloca cada día a su izquierda, orilla adentro, en donde ya la playa se pierde y comienza el asfalto y la gente y sus cosas. Avenida del mar, se llama el espacio negro por el que él trota, desde el alba hasta bien entrada la madrugada: Avenida del mar.

Su dueño lo golpea con un látigo rabioso cada vez que aparta la vista del frente, siguiendo el rastro del murmullo. Y cuando no es su dueño es el miedo. El miedo que se extiende por todas partes, que forma pitidos, vehículos que pasan a su lado casi rozándolo, casi pisándole las pezuñas…

Se llama Calígula, por aquello de que su amo es un historiador fracasado. Tiene las crines blancas trenzadas y la cola larga que apenas mueve para sacudirse una mosca. Tiene muchos años y unas orejeras que no le dejan ver el mar.

Mis vacaciones de verano las paso, día sí día también, sentado en la lustrosa calesa de clavos dorados de la que tira en un gracioso tintineo. No siento lástima ni nada, solo alegría y una extraña sensación de libertad que me hace abrir mucho la boca para gritar con fuerza… y mirar a mi abuelo, que va contento a mi lado. Solo tengo cuatro años.

Cuando cumpla catorce escribiré esto y Calígula ya no vivirá. O si lo hace será tan viejo, y sus huesos estarán tan gastados, que ya no podrá tirar más de ninguna calesa de clavos dorados. Su amo lo venderá entonces por dos duros al encargado de un matadero. Calígula no sabe estas cosas, pero se las imagina. Igual que tampoco sabe cuál es el color con que se visten los susurros y, sin embargo, él lleva el alma teñida de mar.

✏️ Imagen de cabecera: Franz Marc, Caballo azul (1912)

Este relato apareció publicado, por primera vez, el día 16 de octubre de 2013 en La Esfera Cultural y forma parte de la antología ¿Vacaciones?, si yo te contara... editada por La Esfera Cultural. Parque literario y cultural, Santa Cruz de Tenerife, 2013

"Beato de Fernando I y doña Sancha" (BNE Vitr/14/2). Detalle
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