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- ¿Puedes leer lo que dice?
Porque también tenía letras, palabras que se encadenaban buscando frases en una lengua ininteligible.
El duende, arrodillado ante el manuscrito misterioso, la cabeza muy pegada a sus hojas, se ajustaba las lentes sobre el arquito hundido que el tiempo y el peso del vidrio le habían ido dejando en la nariz.
Despega la cabeza de los dibujos y las letras y me mira muy serio. No me contesta. Se ha enfadado. Le da mucho coraje que tenga tan poca paciencia. Toma el Libro grande. Lo abre. Lo hojea. Una luciérnaga acude en su ayuda. A las luciérnagas les encantan los duendes lectores. Pasa y pasa cientos de páginas hasta que al fin se detiene.
- ¡Ajá!
- ¿Qué has encontrado?
Me mira. Los ojillos del duende sonríen ahora, apretujados tras las lentes.
✏️ Imagen de cabecera: manuscrito Voynich ✨️✨️
Este relato apareció publicado, por primera vez, el día 18 de junio de 2013 en mi viejo blog: Cuentos de Brocelianda
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