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¿Qué podía querer de nosotros el mismísimo rey de los elfos?
No me hizo mucha gracia su presencia. En realidad, no me hizo ninguna. Hacía tantos años que mi vida discurría en la más absoluta soledad que... todo mi mundo había girado en torno a mantener con vida a Titus B. y, ahora, de repente, ese elfo estaba ahí 🤦🏻♀️. Fue un agobio tremendo, la verdad.
El duende no apartaba los ojos de su libro. No daba ni un solo paso al frente. Parecía repasar y repasar una y otra vez unas notas importantísimas sobre el otro.
¿Para qué? ¿No se las sabía de memoria, acaso?
Que Titus B. se mostrase tan empequeñecido ante el monarca me irritó más aún 😣. De cualquier forma, a mí no me quedaba otra que esperar a que reaccionara de la manera que fuese.
¿Oberón, entonces? De modo que él era. No sé si parecía un rey. A mis ojos semejaba más un principito o algo así. Ni nos miraba ni nada. ¿Estaba esperando acaso a que nos acercásemos para dejar de contemplar su copa? Capaz que sí. Capaz que fuese eso lo que pasaba. Pero no estaba bien si me sentaba en el umbral mientras el duende se decidía a lo que sea, ¿verdad?
No. No estaba bien, ¿cómo iba a estarlo semejante falta de respeto? Suspiré resignada. A este paso, el amanecer iba a llegar al bosque y tendríamos que buscar de nuevo el refugio de la casita.
- ¿Por qué habrá venido, Titus B.? -pregunté en un susurro al pequeño viejo, que terminó por mirarme al fin con sus ojillos desconcertados, tan miedicas tras las lentes.
✏️ Imagen de cabecera: Charles Henry Mottram (detalle) ✨️✨️
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