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«El cobre no descansa hasta convertirse en oro», eso decía el maestro Eckehart: el cobre que no es cobre, sino espejo en el que se miran cuerpo y alma, cada cual andando su propio camino de perfección.
Tu cuerpo y tu alma, mi alma y mi cuerpo, da igual.
Que el cobre es el cuerpo. Y el oro el alma: el alma cuando llega a ese estado que la hace sagrada como el sol. Inmutable. Inmortal.
Para Nicolás Flamel (1330–1417) -aquel hombre de fe que fue alquimista- la obra alquímica: <<hace bueno al hombre porque de él arranca la raíz de todos los pecados, haciéndole generoso, manso, piadoso, creyente y temeroso de Dios, por malo que haya sido. Porque desde ahora estará siempre lleno de la gracia y la misericordia que ha recibido de Dios y de la profundidad de sus maravillosas obras>>.
✏️ Imagen de cabecera: Denys Molinier ✨️✨️
Este relato apareció publicado, por primera vez, el día 25 de septiembre de 2012 en mi viejo blog: Cuentos de Brocelianda
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