🌿 El lápiz de las dríades 🐦✨️

Dicen que, cuando el viejo árbol que habitan se muera, ellas morirán con él ... Que las dríades -las hermosas ninfas que pueblan cada rincón entre todas las hojas del mundo... entre raíces, ramas y flores- en sus manitas solo tienen el tiempo con el que cuenta el árbol al que están unidas ... La tarde que las vi por primera vez , una de esas tardes luminosas y tibias de principios de febrero en las que la vida se afana por renacer con tanta fuerza que es imposible que, sobre la tierra, haya alguna criatura -por anciana o niña que sea- que no perciba esa lucha, que no se estremezca ante ese grito mudo... John William Waterhouse,  Hamadríade  (1895) Que no alce los ojos al cielo y suspire de alivio: - Ya se van -se oirá decir a todos los ojos, muy bajito, casi con miedo-: las sombras, todas las sombras se van ya ... Esa tarde -decía-, las dríades me hicieron un regalo:  el precioso lápiz que unos duendes elaboraron para mí , siglos atrás , con madera de espino blanco y unas poquitas esm

Las cenizas de Pompeya

Adolf Rettelbusch
     
       Imagina la explosión. Imagínala.

Yo no soy capaz, por más que trate de hacerlo, por más que intente cerrar los ojos para no ver lo que ellos vieron: nada. Nada entre el fuego y la ceniza. Nada.

El Vesubio explotó, explotó mientras Roma entera enmudecía en su bullicio estival, y escupió gases: el Vesubio... y cachitos de piedra pómez, y arena y cenizas muy negras y ardientes que se elevaron decenas de kilómetros, hasta el cielo. Fue una mañana que se hizo de noche al mediodía. Y sería más tarde, esa madrugada, cuando se dejaría caer sobre Pompeya el escupitajo negro del volcán.

Se apagaron entonces todas las luces, viajer@, las apagó una capa de cenizas que tenía de cuatro a seis metros de espesor: se apagaron las lucernas que aún brillaran a esa hora; se apagaron los miles de corazones que no consiguieron escapar de aquel infierno.

Alberto Pisa, "La casa del fauno"
Alberto PisaLa casa del fauno

Habían transcurrido ya aquel día 79 años desde que naciera Jesucristo. Era el 24 del mes de agosto y Pompeya una ciudad próspera habitada por prohombres que, hasta esa hora, apenas si habían tenido miedo a la adversidad.

El amanecer del día siguiente lo describiría Plinio el Joven, el chiquillo cuyos ojos fueron testigos de la muerte desde la distancia, y lo haría así: (…) A nuestros ojos, todavía medrosos, todo aparecía bajo un nuevo aspecto, cubierto por una capa de ceniza.

✏️ Imagen de cabecera: Adolf RettelbuschPompeya

Este relato apareció publicado, por primera vez, el día 14 de junio de 2012 en el blog Cuentos de Brocelianda 

"Beato de Fernando I y doña Sancha" (BNE Vitr/14/2). Detalle
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✨️ Lola ✨️

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